viernes, 5 de diciembre de 2008

En el nombre de Dios. ¡Prohibido pensar!

Es bien sabido que la búsqueda de la dicha está en lo Humano y no en la machacona fe de un imaginario Dios cuyas dudosas imágenes son precisamente la copia de otro hombre. Estos hechos a narrar ocurrieron en nuestra propia juventud, esa de la que no se habla o muy poco, es decir, a la que corresponde nuestra infancia frustrada donde todo era pecado... Por otro lado sabemos que los que ahora somos ya mayorcitos y que también vivieron y fueron victimas de la represión muchos no lo quieren reconocer, pueden que continúen dentro del redil, a no ser que hayan salido..., cosa que en ciertos momentos lo dudamos, al estar muy arraigada su fe. Pero de todas las maneras eso no nos importa allá ellos y sus inquisidores ambientes. En realidad son hechos vividos, unos más otros menos, pero puede que ya la iglesia ahora no lo haga de la misma manera en que nosotros lo tuvimos que padecer, aunque en el fondo no nos cansaremos de decir, el sistema es el mismo. No había ni existían las ideas o sentencias notables de un determinado criterio.

Estos elementos, los comúnmente considerados como curas, frailes, monjas, las mismas que como mujer no tienen derechos, allá en nuestra juventud acostumbraban a proceder de la siguiente manera, con lo cual de acusados que pudiéramos ser y como oveja descarriada, que así denominaban a los seres humanos no muy creyentes o “listillos”, ellos, el poderoso clero, se transformaban habitualmente en acusadores y jueces implacables bajo el concepto de representantes de Dios. A todo eso y aunque el sistema reinante en el que vivíamos no estaba permitido hablar con libertad, si llegaba el caso y arrepintiéndote de tus “horrendos pecados” te daban “su particular absolución”, habías vuelto a ser uno ellos, por lo menos en apariencias.., y es que no había otra salida alternativa.

Decían y así procedían:

“Muy bien, estás procediendo admirablemente. Pero, ¿es de esta forma que nos lo agradece? Yo fui tu único amigo y amparo prácticamente que desde la cuna. ¿Eres tú precisamente el que vienes, después de tantos años amenazando a éste pobre sacerdote que siempre ha sido respetado por parte de todos sus feligreses? ¿Quieres vengarte por tantos años que según tú te he estado engañando que Dios existe y no lo crees así? ¡Pues hazlo! ¿Quién te lo impide? ¡Según tus exactas ciencias y humanas teorías yo y todo lo que representamos somos unos grandes estafadores, unos criminosos, inquisidores ante los ojos de la Humanidad, tanto mi propia religión como todas las demás y aquellas que han habido a lo largo de los siglos. ¡Puedes insultar ésta sagrada sotana, no me defenderé!”

Estos eran sus habituales sermones. Pero eso sería imposible teniendo la sartén por el mango, como vulgarmente se dice, y que en realidad la tenían..., y la tienen. A esas alturas de la disputa y si el “pecador” no tenía bastantes armas o elementos de combate científicos y naturales como pensó en un principio, el sacerdote en cuestión entonces comprenderá que ahí puede ganar terreno y prosigue con voz resignada, humilde hipocresía y las manos juntas, pues en realidad lo que pretendía es darte unas cuantas hostias precisamente no consagradas..., como algunos acostumbran a proceder:

“¡Déjalo todo por mi cuenta y en mis manos! ¡Hijo mío, fíate enteramente de mí! Para mayor INRI así mismo nosotros dos necesitamos tener una conferencia mas completa en un lugar seguro y adecuado donde podré hablarte tranquilamente sobre tus frustradas faltas en el sagrado dogma de la fe. Podría ser en el mismo confesionario. De ésta manera podrás volver al redil de la santa católica y apostólica iglesia por lo que tendrás que ponerte en mis manos y verás que todo se arreglará con la divina providencia de Dios y nuestro señor Jesucristo. ¡Nada de desesperos, nada de precipitaciones! ¡Calma total. Hijo mío, sin ella nada se hace que valga la pena! “Nec semper lilia florent”. (Ni siempre los lirios florecen).




Pero hoy ya no estamos en los tétricos años del nacional catolicismo. Es pues que a continuación expondré algo que en aquellos tiempos no era posible ni pensar, a pesar que lo aquí narrado era una de la pocas veces que te podías plantar ante el cura de tu pueblo, pero al final él era siempre el triunfador y terminabas agachando la cabeza…, peor hubiera sido que te denunciara…, como en algunos otros casos ocurrió.

¿Cómo es posible que un ser humano le diga a otro ser humano con toda seguridad y si es conveniente, hasta con amenazas de lo que le pudiera ocurrir después de la muerte? Hasta la fecha, y con un millón de dudas hacia los especialistas de la fe, que ellos sí que lo saben, ocurre que nadie ha vuelto para informar. Pero aquellos seres humanos, o animal y vegetal que haya cumplido su ciclo de vida, mueren por ley natural; todo lo demás son patrañas para seguir explotando a los familiares. A todo eso y es obvio que hay mucho más, ¿por qué tenemos que aceptar lo que otros dicen y aún con el recochineo de que ellos son representantes de un dios de los muchos que hay y han habido?

Otra cuestión a comentar. ¿Por qué ese personaje inmaterial, infalible y muchos “in” más, no ha derrotado de una puñetera vez y por todas al otro personaje denominado Demonio (que como a él nadie lo ha visto jamás), con lo cual la maldad desaparecería y así todos contentos? ¿Por qué los héroes a niveles literarios, cinematográficos, etc., nunca derrotan totalmente a sus adversarios? Pues porque ahí se terminaría el filón… Pues lo mismo ocurre con todas las religiones. Las gentes, algunas, dejarían de tener miedo de cometer pecados (aunque así mismo lo hacen, como es bien sabido), pero lo peor es que dejarían de ir a las iglesias, no pagarían sus “pólizas” para la entrada al paraíso…, y lo principal, el clero se quedaría sin “trabajo” pudiendo ir a la bancarrota.

Pero seguimos haciéndonos preguntas y exponiéndolas ya que en aquellos tiempos no nos era permitido. ¿Por qué será que ninguna de las mayores religiones oficiales (recordemos que están protegidas por el estado aunque digan lo contrario), se interesan por las ciencias y es que ahí podrían manifestar: “Esto de las ciencias es mejor de lo que pensábamos. El universo es mucho mejor de lo que nuestros profetas manifestaron y escribieron en los sagrados libros; es magnífico, más grande, es infinito…”. Pero como sabemos ocurre todo lo contrario, para eso nos lo metieron en nuestros cerebros en aquellos años, ellos aún en la actualidad dicen y con alguna que otra amenaza, aunque no con el ímpetu del pasado: “no, no y no, nuestro Dios es infalible, es estupendo y si él lo ha testificado por medio de su amantísimo hijo Jesús, sus profetas y representantes, queremos que así se mantenga…”.

Es un hecho latente y lamentable que los tres monoteísmos animados por un mismo impulso de muerte genealógica, comparten una serie de desprecios idénticos como son: el odio a la razón y a la inteligencia humana; odio a las libertades; odio a todos los libros en nombre de uno solo y aún denominado sagrado; odio a la vida; odio a la sexualidad, a la mujer y al placer; odio al feminismo; odio al cuerpo. A los deseos e impulsos. Así pues, tanto el cristianismo, judaísmo e islam, defienden: la fe y la creencia, la obediencia y la castidad y virginidad, al alma y el espíritu.

Esto equivale a decir que la vida tiene que ser un constante sacrificio, por lo que no hay nada a celebrar…

Zerimat Ilosit. Diciembre de 2008, en loquesomos.com

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