miércoles, 4 de febrero de 2009

La razón humana

Esa fulgente luz que, esplendorosa,
transmuta al ser humano en ser supremo,
arteramente, cual sutil raposa,
pretendéis extinguir con embelecos
para evitar su gloria majestuosa.

Ese fuego genial que, poderoso,
guía la humana mente a la victoria
sobre los universos anchurosos,
con fullerías y falsas historias
intentáis sofocar día tras otro.

Esa fuerza robusta y esforzada
que conduce al humano pensamiento
hacia cumbres de alturas elevadas,
esa fuerza queréis, con fingimientos,
vencer y mantener bien sojuzgada.



No podéis permitir que el hombre piense
y que use su razón –luz, fuego, fuerza–
con libertad libérrima y potente.
Queréis al hombre esclavo con cadenas
de creencias absurdas y dementes.

Queréis a vuestros pies tenerle siempre
sujeto a vuestras órdenes soberbias,
sometido, sumiso y obediente.
Y pretendéis que acepte ideas necias
basadas en falacias incongruentes.

Por eso batalláis día tras día,
siglo tras siglo con empeño rudo,
persiguiendo con negra alevosía
el poder y el dominio más profundos
sobre la humanidad mansa y sufrida.

¡Dejad crecer las infantiles mentes
sin deformar, aleves, su intelecto!
¡Dejad ya de atentar taimadamente
contra el excelso avance del progreso,
y en contra de la ciencia floreciente!

¡Y dejad que por fin un luminoso
futuro de promesas racionales
se abra triunfante, libre, glorioso,
a la más noble de las facultades
del humano cerebro portentoso!

Alberto Moll

"Si Dios nos dio el pensamiento fue para usarlo, no para cohibirlo"

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