lunes, 12 de enero de 2009

Iglesia medieval y la actual

Comprendiendo Roma que la credulidad o, mejor dicho, que la estupidez humana no tiene límites en materia de religión, decretó que nadie que no fuese ministro de su Iglesia tuviese en su poder, ni aún pudiese leer, sin un permiso especial suyo, las Sagradas Escrituras, cuya traducción del latín a las lenguas corrientes fue prohibida, siendo castigado con prisión perpetua el que infringiese estas órdenes. De esta manera y con objeto de que los anticristianos Sacramentos y Mandamientos inventados por ella no pudiesen ser atacados, confiscaron la palabra de su propio Dios, y en su lugar pusieron vidas de santos, vírgenes y catecismos compuestos por sus propios ministros, sumergiendo a los católicos en la superstición por medio del culto de imágenes; y así como los sacerdotes del antiguo paganismo engañaban a sus fieles haciéndoles creer en los milagros de sus ídolos, del mismo modo los sacerdotes católicos romanos, engañan a sus creyentes con milagros que Jamás han existido, ni existirán, pero que les son indispensables para ofuscar la razón de las gentes, impidiéndoles así el que reflexionen y descubran los fraudes sobre los que está basada la Iglesia.




Michel Onfray "Tratado Ateología"

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