martes, 31 de julio de 2007

Lo llaman democracia y no lo es.

De momento, el teatro exige votar entre opciones casi similares que han aceptado el actual marco con devoción y sin rechistar, por aquello de cuidar las formas y mantener el entramado dotándolo de “legitimidad”, en una suerte de democracia de fachada pero vacía, es decir, la situación perfecta para las clases sociales dominantes(...)".
Con total pasividad y resignación, sin asombro ni escándalos, la sociedad ha aceptado el papel de mero espectador en este sistema mal llamado democrático. La gente se ha ido a su casa a ver la televisión y a jugar con la play, dicen los sociólogos, dejando para una minoría, pero muy minoría, la batalla social en asociaciones, organizaciones, partidos y sindicatos.
Los dueños del sistema se regocijan con la apatía y el desinterés de las mayorías, al fin y al cabo, para cambiar una realidad primero hay que conocerla, analizarla y luego combatirla junto a miles de personas, y nada de eso parece estar ocurriendo.
De momento, el teatro exige votar entre opciones casi similares que han aceptado el actual marco con devoción y sin rechistar, por aquello de cuidar las formas y mantener el entramado dotándolo de “legitimidad”, en una suerte de democracia de fachada pero vacía, es decir, la situación perfecta para las clases sociales dominantes. Observamos, por ejemplo, un tema aparentemente menor pero significativo como son los festejos de las organizaciones políticas que ganan elecciones (ya sea éstas de cualquier ámbito), veremos en ellos a un grupo minúsculo de adherentes con banderitas en el salón de un Hotel o, en su amplitud, en la calle de la sede. Se trata de familiares, funcionarios agradecidos o a lo sumo el núcleo de amistad de los candidatos elegidos. Pero, ¿y dónde están el resto de las masas a esa hora? ¿no tienen nada que festejar? ¿si votaron a esa opción porqué no salen a la calle a buscar a los suyos, a sus correligionarios para compartir la alegría del triunfo y que sus ideas van a gobernar?


La democracia cuanto más madura, cuanto más consolidada menos necesita de esas algaradas, nos dicen sus dueños. O lo que es lo mismo, la desilusión y la desafectación por todo lo que tiene que ver con la política es un fenómeno normal, natural y máxime en una sociedad de frigoríficos llenos. Algo así como que la política que la hagan los profesionales del asunto, la participación –con sus debates, polémicas y festejos- se les antoja a los dueños de la democracia como algo peligroso y que por tanto se vende como cosas propias de otra época. Sin embargo, la acumulación de riquezas en pocas manos no es cuestionable, es moderno y dotado con tintes suficientes como para que sea causa de envidia no de odio de clase. ¿Dije odio? éste también es un concepto antiguo, desfasado, practicado por antisistemas, más propio de fanáticos extremistas, dicen ellos desde sus terminales de manipulación y asume la mayoría como una verdad absoluta, como en otros tiempos se aceptaba sin dudar “la palabra de Dios”.
El pueblo es mejor que esté guardado por no decir secuestrado. Y para tal objetivo se le forma, se le adiestra, se le dirige. Se trata de evitar sorpresas y que en caso alguno den un paso para cuestionar el llamado marco constitucional que es garantía de su sustento. Los beneficiados del hundimiento de la participación pública les interesa este escenario para perpetuarse sin sobresaltos. De ahí, que cada vez que se le diga a la cara que esto no es democracia, que se le cuestione su día a día, que se le recuerde dónde está la democracia económica en una sociedad dividida en clases, se les da un dolor de cabeza porque no cuentan que se cuestione esa realidad, que se vende como el mejor de los inventos, un dogma definitivo capaz de llegar al fin de la historia. En definitiva, ellos ganan, acaparan, pero todo con una fachada legal. Sus medios de desinformación masiva hacen el resto. La realidad virtual funciona casi como un reloj.
Pero, ¿se puede hablar de democracia con un sistema participativo nulo?¿con sindicatos subvencionados a falta de afiliados?¿con partidos políticos sin militantes?¿con una abstención del 40 por ciento en cualquier consulta electoral?¿No queda devaluado el sistema, hasta cuestionar su propia legitimidad, ante el abandono de miles de personas de todo tejido asociativo?¿quiénes son los beneficiados, sino una clase política cuya única misión es perpetuarse? Pero sobre todo, ¿cómo revertir esta realidad? Por el momento, pareciera que este invento se asemejara a un globo, cuya única misión es crecer y crecer... hasta la explosión final.


Artículo de Jorge López Ave, en www.insurgente.org.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El lider sionista Dr. Nahum Goldmann, presidente del Congreso Judío Mundial (WJC) realizaba inquietantes afirmaciones ya en 1915, según las cuales la destrucción de toda la cultura y toda tradición mediante la democracia sería supuestamente ventajosa para los intereses de los judíos. De ese modo delata a la “democracia” como una trampa para los no judíos.

Es el mismo circo, como en EEUU, dos partidos "opuestos" debaten en TV "pública" como si fueran diferentes.

Esto es lo de menos, se puede corregir. No quieren dar la cara para hacer un debate público sobre inmigración, y hay defensores de la raza blanca en el mundo que lo quieren. La extinción de un color de piel que nunca es defendido por los antirracistas mediante baja natalidad por destrucción de la familia... y mestizaje, no se podría recuperar (Plan kalergi).