jueves, 11 de diciembre de 2008

Monita Secreta o Instrucciones Reservadas de la Compañía de Jesús

Capítulo IV.-

Lo que debe recomendarse a los predicadores y a los confesores de los grandes.

1. Que los nuestros dirijan a los príncipes y a los hombres ilustres, de suerte, que parezca que sólo tienden a la mayor gloria de Dios, y a la austeridad de conciencia que los príncipes consientan en ceder, porque la manera de dirigirlos no debe atender al principio, sino insensiblemente, al gobierno exterior y político.

2. Por esto deben con frecuencia advertir, que la distribución de los honores y de las dignidades en la república, pertenece a la justicia, y que los príncipes ofenden gravemente a Dios cuando proceden apasionadamente. Que protesten con frecuencia y seriedad, de que no quieren mezclarse en la administración del Estado, y que si hablan es por deber y a pesar suyo. Cuando los príncipes hayan bien comprendido esto, debe explicárseles las virtudes que necesitan tener los escogidos para las dignidades y cargos públicos, y procurar que nombren para ellos a los amigos sinceros de la Sociedad.

Sin embargo, esto no debe hacerse inmediatamente por los nuestros, sino por los que son familiares del príncipe, a menos que éste no lo exija.

3. Por eso los confesores y predicadores nuestros deben estar informados de quiénes son propios para desempeñar los cargos, y, sobre todo, liberales con la Sociedad, a fin de que insinúen sus nombres a los príncipes, por sí mismos o por medio de otros.

4. Que los confesores y predicadores recuerden que han de tratar a los príncipes con dulzura y acariciándolos, y no chocar con ellos en los sermones, ni en las conversaciones particulares, apartando de su ánimo todo temor, y exhortándoles principalmente a la fe, a la esperanza, y a la justicia política.

5. Casi nunca deben recibir regalitos para su uso particular, pero sí recomendar la necesidad pública de la provincia o del colegio; y deben contentarse en la casa con una habitación sencillamente amueblada, no vestirse con mucho esmero, y acudir prontamente a ayudar y consolar a las gentes más viles del palacio, para que no se crea que sólo están prontos a servir a los grandes.

6. Cuando muera algún dependiente deben no descuidarse en hablar de sustituirle con amigos de la Sociedad; pero evitando sospecha de que pretendan arrancar el gobierno de entre las manos del príncipe. Por esto, no deben mezclarse inmediatamente, sino servirse de amigos fieles y poderosos, capaces de arrostrar el odio si lo hubiera.


Prefacio

Los Superiores deben guardar entre sus manos cuidadosamente estas instrucciones particulares, y no deben comunicarlas más que a algunos profesos, instruyendo solamente a algunos de los no profesos, cuando lo exija la conveniencia de la Sociedad; y esto se hará bajo el sello del silencio, y no como si se hubiesen escrito por otro, sino cual si fuesen producto de la experiencia del que las da. Como muchos profesos conocen estos secretos, la Sociedad arregló desde su origen, que los que los sepan no puedan pasar a otras órdenes, a no ser a la de los Cartujos, por el retiro y silencio en que viven, y el Papa nos lo concedió.

Hay que poner sumo cuidado en que estas advertencias no caigan en manos de extraños, porque les darán una interpretación siniestra, por envidia a nuestra Institución. Si esto sucediera, lo que Dios no quiera, debe negarse que son tales los sentimientos de la Sociedad, haciendo que así lo aseguren los que a ciencia cierta se sabe que lo ignoran, y oponiéndoles nuestras instrucciones generales y reglas, impresas o manuscritas.

Los Superiores deben siempre investigar cuidadosamente, y con prudencia, si alguno de los nuestros ha descubierto a extraños estas instrucciones secretas; y a nadie se le tolerará que las copie, ni para sí, ni para otro, sin consentimiento del General, o al menos del Provincial; y si se duda de que alguien no sea capaz de guardar secretos tan grandes, se le despedirá.

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